DE LA GLORIA A LA VERGÜENZA
Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. 1 Juan 4:7.
Cuando era niña, le regalé a mi madre un cuadro de yeso en el que estaban pintadas unas hermosas rosas rojas, y una leyenda que decía: «Amor de madre, abismo sin medida». Yo quise expresar con aquel obsequio el gran amor que sentía por ella, sin darme cuenta de que la leyenda hacía alusión al gran y profundo amor que ella sentía por mí. Las madres son capaces de tener esos sentimientos porque Dios puso en ellas esa manera tan generosa y sublime de amar.
Me atrevo a decir que casi ningún amor terrenal puede ser comparado con este. Sin embargo, el amor del Hijo de Dios sobrepasa el entendimiento humano; él nos ama tanto que dejó su reino de gloria para experimentar la muerte ignominiosa resultado de la miseria humana. Por amor a nosotros estuvo dispuesto a:
• Tomar la naturaleza humana, haciéndose sensible a nuestras necesidades. «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel (que significa “Dios con nosotros”)» (Mat. 1: 23).
• Experimentar la pobreza: «Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos [...], pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza» (Mat. 8: 20).
• Humillarse a sí mismo y cargar él solo con el peso de nuestros pecados: «Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados» (1 Ped. 2: 24).
Hermana, ¿qué harás hoy en reciprocidad a este amor tan grande e inmerecido? Dios desea que ames con un amor sacrificado a todas las personas que están cerca de ti, y que muchas veces te resulta difícil amar.
¿Por qué, como madres, somos capaces de amar hasta dar la vida por nuestros hijos y no tenemos la capacidad de amar de esa forma al prójimo? Tal vez sea tu nuera, tu suegra, un hijo rebelde o un vecino insensible…. Si consigues amarlo de todo corazón, será una señal cíe que el amor de Cristo ha tocado tu vida, y ese es el mayor privilegio que puede, tener un mortal. Que tu oración para hoy sea: «Señor, enséñame a amar como tú me amas».
Me atrevo a decir que casi ningún amor terrenal puede ser comparado con este. Sin embargo, el amor del Hijo de Dios sobrepasa el entendimiento humano; él nos ama tanto que dejó su reino de gloria para experimentar la muerte ignominiosa resultado de la miseria humana. Por amor a nosotros estuvo dispuesto a:
• Tomar la naturaleza humana, haciéndose sensible a nuestras necesidades. «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel (que significa “Dios con nosotros”)» (Mat. 1: 23).
• Experimentar la pobreza: «Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos [...], pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza» (Mat. 8: 20).
• Humillarse a sí mismo y cargar él solo con el peso de nuestros pecados: «Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados» (1 Ped. 2: 24).
Hermana, ¿qué harás hoy en reciprocidad a este amor tan grande e inmerecido? Dios desea que ames con un amor sacrificado a todas las personas que están cerca de ti, y que muchas veces te resulta difícil amar.
¿Por qué, como madres, somos capaces de amar hasta dar la vida por nuestros hijos y no tenemos la capacidad de amar de esa forma al prójimo? Tal vez sea tu nuera, tu suegra, un hijo rebelde o un vecino insensible…. Si consigues amarlo de todo corazón, será una señal cíe que el amor de Cristo ha tocado tu vida, y ese es el mayor privilegio que puede, tener un mortal. Que tu oración para hoy sea: «Señor, enséñame a amar como tú me amas».
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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1 comentario:
Estoy seguro que uno debe regala de lo que Dios nos regala, amor, perdon, paciencia, tolerancia, y para llegar a todo esto, debemos servir a los demás. seorimícuaro
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